miércoles, 2 de enero de 2013

Aquí estoy de nuevo, de vuelta tras un paréntesis provocado por el més más fiestero del año, cosa que se nota. Pero casi sin estar acabadas las fiestas, y aprovechando el simbólico comienzo del año, vuelvo con las pilas recargadas, un quintal de cosas que contar y muchas ganas de trabajar, para convertir este 2013 en el año de Pleistoceno, el juego de rol.

En anteriores entradas contaba cuán variadas e interesantes son las posibilidades de un juego en la Prehistoria, máxime si como en nuestro caso nos extendemos por todo el período del Pleistoceno. Hoy voy a hablar de un asombroso tema en arqueología, como incontables otros, y de su presencia en la prehistoria que, si bién no es concluyente, nos permite reafirmar que el pasado remoto de la humanidad es más complejo, extraño y apasionante de lo que la tópica imagen preconcebida y, sobre todo, prejuiciosa, nos permite imaginar. Y precisamente coartar la imaginación es la antípoda de jugar al rol.

Se ha podido constatar en diversas culturas antiguas tanto en el viejo mundo como en el nuevo la práctica de la deformación artificial del cráneo, la cual consiste polarizar el crecimiento del cráneo a partir de las primeras fases de desarrollo de la persona en cierta dirección, impidiéndola en otras, buscando generalmente un alargamiento en la forma del mismo. Tenemos diversos ejemplos arqueológicos de esta práctica que en algunos lugares se mantiene en la actualidad, como Vanuatu en el pacífico -aunque la fuente de esto último, que aún no he tenido tiempo de contrastar, es la Wikipedia, así que vaya usted a saber-, siendo especialmente famosos los hallazgos andinos.


Cráneos pertenecienters a la cultura andina de Paracas.

Su origen, según Smith et al. (1992), sería accidental en relación con formas de vestimenta que habrían oprimido las inocentes cabecitas de los infantes provocando deformaciones sistemáticas que desembocarían con el tiempo en un ritualismode complejo significado. En cualquier caso, el resultado es fascinante y sobre todo muy inquietante.

El más asombroso ejemplo saldría a la luz al recomponer los cráneos de los individuos neandertales de la cueva de Shanidar en Iraq (Trinkaus, 1982), uno de los más representativos ejemplos, sino el más importante, de enterramientos neandertales. Los resultados de la primera reconstrucción, los cráneos de los ejemplares Shanidar 1 y Shanidar 5 llevaron a Trinkaus a proponer la hipótesis de una actuación artifical sobre ambos para lograr una deformación con el resultado del alargamiento del parietal, de forma similar a los múltiples ejemplos posteriores, si bien de forma no tan perfecta. Las implicaciones son prodigiosas, en especial teniendo en cuenta el contexto funerario, por lo que implicaría en cuanto a la riqueza del mundo simbólico neandertal.

Posteriormente (Trinkaus et al., 1999), una nueva reconstrucción del cráneo Shanidar 5 con una ligera modificación parietal que mostraba una forma más estandarizada de esa parte llevó a descartar la hipótesis previa, pendiente de realizarse un estudio análogo sobre el cráneo Shanidar 1. Otro resultado adicional fué la conclusión de la forma singularmente huidiza del frontal en los individuos de Shanidar.

La evidencia no es por tanto concluyente, y si bien no podemos afirmar la manipulación craneal del ejemplo de Shanidar, sí comprobamos una vez más que no solo los nuevos hallazgos en la investigación prehistórica nos obligan a replantearnos constantemente las más aburridas -y prejuiciosas- concepciones previas, y que la mente neandertal, de cuyo complejo mundo simbólico son buena prueba ejemplos como Shanidar o el protoneandertal del Monte Circeo, aún nos tiene preparadas muchas sorpresas en el futuro, y en el presente nos permite imaginar cuantiosas posibilidades complejas con las que alimentar nuestra imaginación y poblar nuestras aventuras de rol.

Partiendo de la base que hemos expuesto, reivindicaremos a partir de la siguiente entrada las razas prehistóricas como razas -en el sentido de los juegos de rol- que proporcionan emocionantes posibilidades para rolear. vamos, que ríete tú de los elfos y los haflings.

Bibliografía

Trinkaus, E. (1982). Artificial Cranial Deformation in the Shanidar 1 and 5 Neandertals. Current Anthropology, 23 (2), pp. 198-199.

Smith P.E.L., Meiklejohn C., Agelarakis A., Akkermans P. A., Solecki R. (1992). Artificial cranial deformation in the Proto-neolithic and Neolithic Near East and its possible origin : Evidence from four sites. Paléorient, vol. 18/2, pp. 83-97.

Trinkaus E. , Chech M. , Grove C.P. , Thorne A. (1999). A New Reconstruction of the Shanidar 5 Cranium. Paléorient, vol. 25-2, pp. 143-146

8 comentarios:

  1. Las posibilidades de este punto son muy interesantes la verdad. Aunque tengo una duda, ¿el planteamiento para el juego que tienes es ceñirte a una prehistoria lo más veraz posible o podremos ver alguna rareza como animales ya extintos en la época?
    La idea me parece interesante, veo que no hay mucho aún, pero la seguiré con interes, espero que no decaiga ^^

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    1. LA intención, más que ceñirse a una prehistoria veraz es reproducirla verazmente, y luego que cada uno la reconstruya a su manera, cree sus propias «mitologías», que no aparecen en el registro fosil. Por tanto, el juego no incurrirá en anacronismos porque no es su filosofía, más bien al contrario, pero cada uno en su casa lo varía y juego como quiere, así que, que nadie se corte.

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  2. Ya,conocía el tema pero leerlo en relación a razas de juegos de rol me hace plantearme: esa modificación como debe afectar a las capacidades cerebrales. Probablemente nada, pero en un seting de fantasía podría hiperdesarrollar zonas cerebrales que afectaran a diferentes áreas: sentidos, memoria, razonamiento, psicomotricidad, etc. Y de igual manera generar subdesarollos en otras. Y si en lugar de ser una cuestion estética el deformamiento potenciara las habilidades necesarias para ser un sacerdote o mago a costa de peor coordinación y por tanto medrar la capacidad guerrera de un individuo?

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    1. Pues hasta donde la investigación ha podido concluir, no tiene ningún efecto. En un setting de fantasía puede tener los efectos que quieras. En Pleistoceno, aplicando el paradigma propio, no tiene directo en lo físico, sino en lo mental, que influye en lo físico: se decide cuál es la creencia en el imaginario, y esta tendrá su consecuencia. Más cuando expliquemos esa parte de las reglas.

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  3. Las deformaciones craneales hacen perder el juicio de quienes las poseen... si eso, en momentos de tensión se les cruzarían los cables siendo más agresivos, supongo. La premisa es buena el problema es como desarrollarla... Habría que ver cómo queda modificado el cerebro y "cómo debe afectar a las capacidades cerebrales" como dice Athal.

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    1. Bueno, en realidad sólo he presentado el tema de la deformación craneal como ejemplo de lo variada y compleja que puede ser la Prehistoria, no como un elemento que vaya a salir en el juego, máxime cuando es algo vago e inconcluyente. Por lo demás, como dije más arriba, la investigación en neurología concluye que no tiene efectos perniciosos.

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  4. El tema de la modificación craneal no deja de resultar fascinante. La verdad es que no tengo mucho conocimiento prehistórico por no ser mi campo de actuación académico, pero me llama poderosamente la atención el hecho de darse en civilizaciones tan dispares como la sumeria (estatuillas con cráneos deformes de divinidades, que se interpelan como modelo a seguir por sacerdotes), la egipcia (el propio Amenhotep IV, Nefertiti y altos cargos del clero tomaron esta costumbre) o la cultura maya.

    ¿Qué nos da a entender esto? Posiblemente la deformación craneal fuese un símbolo universal de diferenciación social, y naturalmente, esto debe beber de tiempos prehistóricos. ¿Contarían estos individuos con una "raza" propia o serían, de entre diferentes "razas", los mejores o más aptos?

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    1. Bueno, no es que sea en absoluto un tema de Prehistoria, o al menos no uno de Paleolítico, como demuestran los ejemplos que has puesto. Ciertamente parece producirse entre élites con lo que tiene un claro objetivo diferenciador, quizás relacionado con una divinización dado que se produce en jefaturas o estados de la Edad de Bronce con estructura de jefaturas. Lo que está claro es que su extensión geográfica, que comparte con muchos otros detalles como los mitos de la gorgona o el hombre lobo, responde a una sensibilidad común innata al hombre, que siempre ha sido la misma, y por tanto podemos afirmar que quienes la practicaban sentían lo mismo que nosotros: asombro e inquietud. No hay que buscar tampoco muchos pies al gato, para no acabar cayendo en las trampas dialécticas de Iker Jimenez... ;)

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